Anoche gracias a una concatenación de hechos
que no vienen al caso, aunque más bien gracias a que a mi caótica mente de vez
en cuando le gusta ir dos pasos por delante de la realidad, sin importar lo más
mínimo si se trata de un buen camino a seguir o no, reuní los ingredientes para
crear una historia en esencia ficticia aunque con trocitos de realidad que me
apetecía contar. Si por alguna extraña razón que nadie alcanzaría a comprender te
decides a seguir leyendo esto, ponte cómodo/a, literalmente.
Allá va:
Allá va:
Allí estaba yo, es decir vuestro narrador, al fin frente a ella,
manteniendo una conversación distendida acerca de algo que ya ni recuerdo.
Tras
unas semanas de correspondencia a través de correos electrónicos, conversaciones telefónicas más dilatadas de lo previsto y
charlas por whatsapp intercaladas con
imágenes que nos intercambiamos, un buen día confluyeron las circunstancias
para que nuestro primer encuentro real se
produjera.
Hacía ya horas que la noche era cerrada,
acabábamos de cenar en un bar moderno por la zona, poca cosa, habíamos
compartido tanto el plato principal como el postre. Estábamos sentados en un
banco en una concurrida plaza del centro de la gran ciudad, llena de vida a
cualquier hora del día y de la noche; se veía pasear a gente de todo tipo:
ejecutivos pegados a su teléfono móvil, familias paseando a sus bebés en
carritos, mimos o mendigos entre otros.
Aunque en aquella ocasión, a diferencia de
otras, aquel ambiente tan heterogéneo no era el foco de mi atención sino
simplemente un telón de fondo. No me sentía cohibido para nada frente a ella,
sensación que hacía mucho que no sentía frente a una chica de edad similar a la
mía.
Conversábamos libremente, sin tapujos y con
una naturalidad total, las palabras fluían sin esfuerzo. De vez en cuando se
producían pausas, no eran cortas ni demasiado prolongadas, siempre surgía algo
más que decir a continuación, aunque debo decir que los instantes de silencio
me resultaban tan agradables como escuchar su voz.
El tiempo parecía fluir por un universo
paralelo al que nos hallábamos nosotros dos en esos momentos. La conversación
parecía querer prolongarse hasta el infinito sin perder un ápice de frescura y espontaneidad.
Nos habíamos sentado muy cerca el uno del
otro, tanto es así que mientras ella hablaba, de vez en cuando podía sentir como
el perfume de sus cabellos castaños y rizados llegaba a mí tenue pero
claramente, incluso podía sentir muy débilmente ese aroma indefinido de su
aliento, despertando mi curiosidad.
A pesar de no ser muy expresiva, entre
diálogos pude percibir en ella algunos gestos como sutiles sonrisas o formas de
mirar que indicaban que se sentía relajada e interesada en mí y la sensación
era mutua.
En un momento cualquiera me estaba hablando
de algo en lo que ella estaba interesada, nuestras miradas eran sostenidas y
profundas cuando de pronto mi capacidad de atención por lo que decía
desapareció por completo y sin saber cómo nuestras bocas se encontraron. El
deseo fluía intensamente a través de nuestros labios, yo besaba suavemente su labio inferior, ella
buscaba mi lengua con la suya. Al mismo tiempo, las yemas de mis dedos
acariciaban su cara, tan suave, explorando por primera vez aquella geografía
femenina que tan agradable me resultaba. Ella recorría mi cuello con sus manos,
sus caricias me hicieron olvidar todo lo malo en un instante. No tengo ni idea
de cuánto duró aquel beso.
Cuando separamos nuestros labios y volvimos a
abrir los ojos, nos sonreímos mutuamente y en seguida surgió un segundo beso,
más intenso aun si cabe. Esta vez nos exploramos las bocas más meticulosamente
el uno al otro, nuestras lenguas contactaron intensamente mientras mis manos se
paseaban por su pelo, cara y cuello, abarcando cada vez más terreno, apretando
suavemente su cara contra la mía sin parar de acariciarle, al mismo tiempo que
ella me rodeaba con sus brazos tratando de buscar también más superficie para
rozar con sus dedos.
Sin dejar de acariciarnos, decidí en un
momento cualquiera apartar ligeramente mi boca de la suya, para empezar a
recorrer con la mía otras partes de ella. Rocé con mis labios una de sus
mejillas por unos segundos, sentir su respiración en mi cara me parecía
embelesador. Me paseé por su labio inferior mojándolo suavemente con mucha
saliva mientras mi nariz se metió en su boca y pude respirar todo su aliento
que tanto había deseado instantes atrás. Ella seguía acariciándome la cara y el
cuello cada vez apretando un poco más, podía sentir su intenso deseo y
viceversa. La siguiente parada fue su
barbilla la cual mordisqueé muy suave para viajar acto seguido hacia su cuello.
Sus manos me presionaban hacia ella, deseando
que prosiguiera con el recorrido mientras mi boca estaba en contacto ya con el
lateral de su cuello alternando chupetones con lengüetazos, embriagándome a la
vez con todo su aroma intenso, su perfume mezclado con su olor corporal que no
hacía sino alimentar mi deseo. Pude sentir en esos momentos como su boca mordía
levemente el lóbulo de mi oreja tratando de explorar ella también nuevos
territorios.
Al mismo tiempo que mi boca paseaba ya por su
nuca, una de mis manos decidió empezar a bajar por sus laterales, acariciándola firmemente pero sin apretarla por encima de su fino
vestido para parar en su cintura y empujarla suavemente hacia mí. En ese
momento sentí como su cara se giraba para buscar mi boca acariciando mi cuello
y dirigiendo mi boca hacia la suya. Nos dimos otro beso apasionado,
presionándonos con fuerza el uno hacia el otro.
En un lapso en el que la intensidad del beso
se suavizó aproveché para pasear mis dedos por sus caderas y uno de sus muslos
deslizándome por la tela de su vestido para llegar donde acababa éste, esto es
unos centímetros por encima de su rodilla, allí detuve las yemas de mis dedos
por un instante, para seguidamente empezar a trazar pequeñas caricias muy
suaves abarcando su rodilla y alrededores.
Sin darme cuenta al cabo de unos segundos ya
estaba acariciándole el gemelo con la mano extendida, palpando su refinada y
suave curvatura, con un gesto espontáneo cogí con cuidado su pierna y la
coloqué entre mis muslos para incrementar más el contacto mutuo. Ella respondió
apretándome fuerte hacia sus labios con los dedos metidos en mi cabello y
dándome el beso más profundo que me había regalado hasta aquel momento, indicándome
claramente su deseo de querer más de mí.
Durante el transcurso de aquel beso, una de
sus manos logró colarse por debajo de mi camisa, podía sentir como sus dedos y
la palma de su mano me acariciaban el vientre mientras mi mano empezaba a
explorar uno de sus muslos avanzando sutilmente bajo su vestido, entonces empecé
a percibir muy leves gemidos suyos, enmascarados por su relajada respiración en
medio de aquel interminable beso que me invitaba a seguir avanzando.
Mi mano ya había avanzado hasta la mitad de
su muslo o quizá más describiendo círculos y vaivenes en su acogedora
superficie, entonces decidí cambiar el rumbo y me dirigí hacia el interior de
su muslo, deslizando mis dedos hasta notar el calor de sus dos piernas al mismo
tiempo. En esos momentos ella separó involuntariamente su boca de la mía y dejó
escapar un gemido corto pero claramente perceptible, al tiempo que sus caricias
ya me llegaban hasta el pecho bajo la camisa. Busqué su labio inferior para
besarlo, lo cual desembocó en otro beso profundo aunque esta vez más corto que
los anteriores, tras el cual ella se dirigió a mi oreja y susurrándome me
propuso que nos fuéramos ya.
El gentío de la gran ciudad nos proporcionaba
el anonimato necesario como para que nuestros gestos afectivos hubiesen pasado
completamente desapercibidos aun estando a merced de la mirada de cualquier
transeúnte. Al fin y al cabo era lo que deseábamos: intimidad.
La cogí de la mano y nos pusimos en pie, nos
miramos a los ojos y le di un beso con lengua corto y provocativo, tratando de
aumentar un poco más su deseo antes de empezar a caminar. Me encontraba como en
una nube, sensación que hacía mucho tiempo que no vivía, las expectativas de
saber cómo transcurriría el resto de la noche creaban una deliciosa tensión que
parecía palparse en todo nuestro alrededor. Caminando nos mezclamos con la muchedumbre,
como si fuéramos dos maniquíes más entre millones, eso sí, rebosantes de deseo
por conocernos más a fondo el uno al otro…
Como puedes comprobar estimado visitante,
esta historia no tiene un final definido, lo dejo abierto para que cada cual si
quiere concluya la historia como más le guste, las posibilidades son infinitas
y solo están condicionadas por los límites que le pongamos a la imaginación. ¿Te atreves a continuar?